viernes, 4 de mayo de 2012

De charla con Stevenson

Hoy no pude escribir. Todo el día en la farmacia. Nostromo, del maestro Conrad, me alegró un poco el medio día, de tres a cuatro y media. Lo leo con pasión y con cierta rabia mezclada con envidia, porque sé que un estilo tan sublime como ese es, además de complejo y barroco, a todas luces imposible de imitar. No me ocurre lo mismo cuando leo a Stevenson, del que hace tiempo escuché una cita genial: 'Si un escritor, por muy bello estilo que maneje, no tiene nada que contar, es mejor que se quede en su casa y deje las repletas estanterías de las librerías en paz'. Sí, me motiva esta cita, porque si bien él no era Conrad, sus historias siguen hoy teniendo el mismo interés que cuando las escribió, débil y enfermo de una tuberculosis que se lo llevó con poco más de cuarenta años; su estilo no era sublime, cierto, pero era uno de los grandes porque sus novelas interesaban a todo el mundo. Eran buenas historias. Esta noche, como hago con muchos de los que supieron hacer bien las cosas en otra época, llamaré a su puerta, para que me guíe por dónde seguir en el atasco que tengo entre dos escenas. Le invitaré a una copa de un Cardhú doce años que me regalaron. Y brindaremos por Justo Navarro, que sé que es buen amigo del escocés desde hace tiempo
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